Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Culminamos este mes de octubre, consagrado por la Iglesia para reflexionar y orar por las misiones en todo el mundo, conscientes del mandato que hemos recibido del Señor: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).
Este mandato es para todos los bautizados que tenemos la misión de comunicar a otros la experiencia de Jesucristo, dando testimonio de Él con la vida, y anunciándolo con las palabras. Así lo expresa el Concilio Vaticano II cuando afirma: “Todos los fieles cristianos donde quiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el hombre nuevo de que se revistieron por el bautismo, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos con la confirmación, de tal forma que, todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre (cf. Mt 5, 16) y perciban, plenamente, el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres” (Ad Gentes #11, 1965), para llevarlos a todos a la salvación eterna a participar de la gloria de Dios.
El Papa Francisco en su magisterio, continuamente nos está recordando que estamos en Iglesia en salida misionera y en nuestro caso, queremos renovar nuestro compromiso de ser Diócesis en salida misionera, en donde el Obispo, los sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y todos los bautizados estamos en salida misionera, cumpliendo con el deber de propagar la fe y la salvación de Cristo, obedientes a la voluntad del Señor que tiene como meta la salvación de todos, ya que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva eternamente (cf. Ez 33, 11) y por eso cada bautizado está llamado a cumplir esta tarea con gozo y esperanza, porque “evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (Evangelii Nuntiandi #14).
La alegría de predicar el Evangelio, brota de una experiencia con Jesucristo vivo en nuestro corazón y que está en medio de la comunidad, tomando conciencia que este gozo no lo podemos dejar encerrado en nuestra vida, sino que lo tenemos que comunicar. La salida misionera no es ir muy lejos de nuestro entorno, algunos tendrán vocación específica para hacerlo y saldrán fuera de los confines de su propio territorio, pero en el caso de la mayoría de los bautizados, la salida misionera es renunciar al propio individualismo y egoísmo que nos ahogan, y comunicar el mensaje de Jesucristo comenzando por nuestra propia familia, donde en ocasiones se hace difícil ser misionero de Jesucristo, pero con el llamado permanente a evangelizar el propio hogar.
En el propio entorno familiar y de trabajo tenemos una tarea de anunciar el Evangelio, “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de nuestra propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz el Evangelio” (Evangelii Gaudium #20), periferias que pueden estar a nuestro lado e incluso en nuestro propio corazón, porque son lugares físicos y existenciales donde aún no ha llegado la Palabra de Dios y el mensaje de Jesucristo no ha inundado la existencia.
Esta salida misionera en la que estamos empeñados todos por mandato del Señor, no es algo añadido a la misión evangelizadora de la Iglesia, sino que hace parte del Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular (P.E.I.P.), que se acerca, que es capaz de llegar a todos, para comunicarles con alegría el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. El Papa Francisco nos recuerda que “la alegría del Evangelio que llena la vida de la comunidad de los discípulos es una alegría misionera” (EG 21), que genera una vida nueva en quienes escuchan y reciben con gozo el primer anuncio, para luego profundizarlo en el proceso que podemos vivir en la comunidad cristiana.
Terminar el mes de oración y reflexión por las misiones, no es culminar la tarea, pues estamos en estado permanente de misión como nos lo ha pedido el Concilio: “esta misión continúa, y desarrolla a lo largo de la historia la misión del mismo Cristo, que fue enviado a evangelizar a los pobres. La Iglesia debe caminar por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino de Cristo” (AG 5), por eso los animo a todos en la Diócesis de Cúcuta, a continuar con el anuncio gozoso de la persona, el mensaje y la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo, siempre en salida misionera y con la alegría de hacer nuevos discípulos misioneros del Señor.
Sigamos adelante en salida misionera en nuestra Diócesis de Cúcuta, cumpliendo con el mandato del Señor de ir por todas partes a anunciar el Evangelio. Todos los bautizados de esta Iglesia particular estamos disponibles a cumplir con esta tarea, siendo comunidad de discípulos misioneros que nos involucramos y acompañamos a todos y les entregamos con gozo el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Que la Santísima Virgen María, Estrella de la Evangelización, y el glorioso Patriarca san José, fiel custodio de la fe, la esperanza y la caridad de todos los creyentes, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo, el ardor misionero para que sigamos adelante en salida misionera.
En unión de oraciones, reciban mi bendición.