Los nombres de Dios en la Biblia
Escrito por. Seminarista Elkin Jesús Ardila Boada
Nominar, sin duda es una capacidad propia del ser humano, cada cosa o elemento tangible en la tierra es poseedor de un nombre, lo cual permite la distinción y la delimitación de dicho ente frente a otros. El nombre además resalta una característica puntual y define una identidad. En el libro del Génesis se evidencia esta actividad nominativa del hombre: «Y Yahvé Dios modeló del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera. El hombre puso nombre a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo (…) entonces este exclamó: esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer». Gen 2,19-20ª;23.
Es notable la inmediatez con la que el Génesis describe al ser humano como aquel que desde su libertad e inteligencia da nombre a los seres que le rodean y con los cuales tiene contacto; necesita nominar para comprender y para comunicarse. Ya que el hombre es un ente comunicativo y sobrevive gracias a esta capacidad; el
reconocer a un tú como él y poder establecer parámetros comprensibles es en gran medida lo que le permite manifestarse y ejercer su humanidad racional. Gracias a la comunicación se establecen relaciones, tanto con otras personas como con Dios mismo.
En este punto es pertinente el detenerse en la siguiente cuestión: si bien es cierto que el hombre por naturaleza nomina las cosas con las cuales tiene contacto sensible, ¿de qué manera nomina aquellas realidades, ideas o conceptos abstractos o más allá de lo físico? Una posible respuesta puede estar en su misma racionalidad y lógica, es así como se han desarrollado las matemáticas o como se han definido sentimientos como la rabia, la alegría o la tristeza, pero en el caso de Dios, la tarea se hace más complicada; dar nombre a Dios aun cuando por la razón podamos evidenciar su existencia se hace difícil.
Como se ha aseverado anteriormente, el nombre identifica y define las cosas, es decir, pone un límite, pero ¿cómo dar un nombre a la esencia de Dios que es divina y además es infinita? Para dar una solución a dicha situación, Dios mismo quiso revelarse y darse a conocer, permitiendo que, con un lenguaje humano limitado, se pudiese entrever algunas de sus características y su relación con el ser creado.
«Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos a la comunicación consigo y recibirlos en su compañía. Este plan de la revelación se realiza con hechos y palabras intrínsecamente conexos entre sí, de forma que las obras realizadas por Dios en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y los hechos significados por las palabras, y las palabras, por su parte, proclaman las obras y esclarecen el misterio contenido en ellas» (Dei Verbum 2).
Según lo antes dicho, la Revelación de Dios que se da gradualmente, fue querida
por Él mismo y se encuentra contenida en los libros sagrados. Así las cosas, a lo largo de la Sagrada Escritura y de manera particular en el Antiguo Testamento se le dan al Dios Altísimo, una serie de nombres, los cuales, indicando ya una característica puntual de Dios, desvelan su voluntad y su ser con el pueblo.
A continuación, se tendrá un acercamiento a algunos de los nombres de Dios que se encuentran en la Biblia:
- לא (Él)
Es uno de los nombres más comunes que usa el Texto Hebreo para referirse a Dios. Este término pertenece a la familia de las lenguas semíticas noroccidentales y hace
referencia a “dios” o “máxima deidad”; otras variaciones son Eli o Allah para los árabes. Con Él se le conoce al dios particular, que gobierna el macrocosmos, al creador, al dispensador de la realeza divina; el uso que la Biblia hebrea da a este nombre es muy frecuente, de este se desprenden otros nombres como: El-Elyón (Dios Altísimo), El-olam (Dios eterno) etc. La raíz en cuestión también está presente en varios nombres de entidades angélicas y humanas en la Biblia, tal es el caso de:
Migu-el (quién como Dios) o Isma-el (Dios ha oído).
- ידש לא (El Sadday)
Es el nombre con el que Dios se revela a los patriarcas y se traduce por Dios todopoderoso; aunque en acadio Sadday se relaciona con la montaña, haciendo pensar en Monte Sinaí el monte, que según la teología bíblica tiene que ver con el lugar del encuentro con Dios, (Sinaí etc.). «Díjole Dios: «Yo soy El Sadday. Sé fecundo y multiplícate. Un pueblo, una asamblea de pueblos tomará origen de ti y saldrán reyes de tus entrañas”. Gen 35, 11.
- םיִהֹלֱא (Elohim)
Este nombre según estudiosos indicaría un plural mayestático del término antes visto El, tal forma consiste en usar un plural refiriéndose a un singular, de esta manera Elohim literalmente traduce “dioses”, pero en el uso hebreo se traduce con el singular Dios, resaltando con dicha forma plural la magnitud y la dignidad.
En Génesis 1, 1 ya se encuentra dicho nombre: םיִ֑הֹלֱא אָ֣רָּב תיִׁ֖שאֵרְּב «En el principio creo Dios», refiriéndose al creador. También es frecuente encontrar Elohim acompañado de un atributo divino, el cual siempre va en singular, por ejemplo, Elohim Saddiq (Dios justo). En definitiva, son 2500 veces las que aparece esta expresión en la Sagrada Escritura.
- הוהי (Yahvéh):
Es por excelencia el nombre de Dios para el pueblo hebreo, se le conoce también como el Tetragrámaton, ya que es conformado por 4 consonantes: Yod, he, vav, y he; las cuales según eruditos estarían relacionadas con el verbo ser, del cual se desprende el significado que comúnmente se da a Éxodo 3,14: «Y respondió Dios a Moisés: Yo Soy el que Soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy me ha enviado a vosotros».
Por lo anterior es importante subrayar que el verbo “ser” en hebreo, tiene un significado mucho más vivaz y activo que el verbo “ser o estar” en español, es así que el matiz de dicha expresión es semánticamente más rico. En este orden de ideas la expresión “soy el que soy” tendría el sentido de “yo llegaré a ser lo que yo quiera” resaltando la persistencia de la acción de Dios con el hombre en sintonía con su promesa.
Yahveh que es el término más usado para referirse a Dios, se encuentra presente 6.828 veces, e indica también la eternidad de la existencia divina que ha dado y hace posible la existencia de todo; es el “Existente”, “el que causa el ser”, “el que será, es y ha sido”, siendo este último elemento muy interesante, ya que inmediatamente hace pensar el Apocalipsis, cuando hace referencia a Jesús expresando: «Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso». Ap 1, 8.
Por último, el Tetragrámaton regularmente puede estar también acompañado por Elohim o por תואבצ Sebaot, que literalmente se traduce por “Señor de los ejércitos”,
expresión de omnipotencia y fuerza; los judíos no pronuncian el nombre de Dios, y en vez de eso lo reemplazan por Adonai que se traduce como Señor.
- Otros nombres referidos a Dios
En la Septuaginta o texto griego de la Biblia hebrea, las dos palabras más usadas son Kýrios (Señor) y Theos (Dios); las cuales se utilizan para referirse al Dios del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento usa las mismas expresiones para hablar de Jesús el Dios y hombre verdadero.
Otras denominaciones a la Divinidad son: Jesús (además de ser el nombre indicado a María por el Ángel, significa “salvación” y está estrechamente ligado a Yahveh) Abbá (término arameo que evidencia la relación profunda y cariñosa de un hijo con su padre, Jesús la utiliza para referirse al Padre); Emmanuel (Dios con nosotros); el
Mesías (el ungido, especialmente atribuido a Jesús); el Cordero de Dios, el Verbo encarnado etc.
Después de haber realizado este recorrido por los principales nombres divinos, es importante destacar la voluntad que Dios ha tenido de colocarse en relación con el
hombre; la Divinidad se ha revelado a través de conceptos finitos que el ser humano puede entender y es posible saber por ende que el Señor es: justo, misericordioso, omnipotente, todopoderoso etc.
Todo límite en la comprensión lógicamente está radicado en la humanidad. Con la Kénosis o abajamiento divino, Jesús nos reveló plenamente a Dios, no solo con palabras sino también con hechos y habiendo asumido una humanidad como la nuestra.
En la vida espiritual del cristiano, al vivir la liturgia, leer la Palabra o al orar nos dirigimos al Dios eterno a través de los nombres revelados; el Señor es uno y Trino, revelado de diversas maneras en la Sagrada Escritura. Ilustración de la zarza ardiendo Ilustración Dios de los ejércitos