Por: Jhonny Pinzón Mora, Psicólogo en Profundización Clínica, Educativa y Jurídica. Fundación Virgilio Barco.
Cada uno de nosotros recuerda una historia importante de nuestra niñez, una que solo nosotros podemos llevar entre sí, esa misma que en algún momento nos causó miedo y de la cual aprendimos algo importante, eso mismo se llama experiencia, acción tan impredecible que actúa por sí misma, sí, es automática, no la recreamos o la entrenamos, simplemente aparece para darnos la protección necesaria ante una situación amenazante.
Una historia muy linda que nos enseña tal conducta es la del “patito feo”, puedo intuir que lo está recordando en este momento. Fue escrita por Hans Christian Andersen, el 11 de noviembre de 1843, la cual es una gran lección que nos trae a nuestra vida. Debemos rescatar de este lindo cuento a una madre muy feliz, quien tiene a su cargo el cuidado y la protección de sus hijos, de manera respetuosa, llena de virtudes, amor por sí misma y seguridad, pero todo ello sucedía en su interior, o sea, bajo la supervisión de la entregada mamá pato, todo aquello sucedió solo cuando los estaba empollando, pero de repente llegó el día más esperado por todos y todas, era el nacimiento de todo ese gran ramillete de patitos, una gran familia, entregada y feliz esperando y dando lo mejor de sí; sin pensar mal y sin percatarse de dicha situación, el pequeñuelo creyó haber nacido en el lugar más indicado, con protección, cuidado, pero grata sorpresa todos se llevaron, había sido rechazado por toda su especie animal, solo por el hecho de ser diferente (señalado feo).
Sin prejuicios, sin ideas de que era lo que realmente pasaba en él, lo hizo sentir perfectamente aislado del grupo, por consiguiente, se empezó a preguntar quién sería el cernícalo diferente, ellos o él, que sin ningún motivo se ha ganado el rechazo de todos, entonces aquí cabe la pregunta principal, ¿hubo entonces racismo? Desde luego que no; fue una conducta aprendida, un comportamiento cruel que invadía la autoestima de aquel patito, quien se sintió tan discriminado, que concibió de repente que el mundo estaba en su contra; por instinto aprendió que todo era negativo en él, su forma de caminar, su voz, su estatura y su mirada, ¿había algún significado? Todo eso lo llevó a irse de su pequeño hogar, donde nadie lo notara y nadie lo señalara de esa manera tan prejuiciosa.
Así les sucede a cada uno de nuestros niños y niñas, ellos inician con la percepción externa de que el mundo los ama, de que nada malo hay a su alrededor, de que cada vez que se acercan a alguien les habría de escuchar y aceptar aún con todos los errores (que no se ven por ellos mismos), aprendiendo hábitos, costumbres, palabras y desde luego algo que no vemos, que llamamos estados psíquicos, que son todas aquellas acciones emocionales que se trasmiten en energías.
Toda esa acción perseverante del patito lo llevó a lugares inhóspitos, donde el despiadado modelo de las personas lo rechazaban continuamente y a tal punto que corrió peligros, pero afortunadamente llegó a un grupo de cisnes que le enseñaron lo hermoso que era. Todo cambió de repente, hasta que desapareció por completo la idea transformada por su sociedad.
Reflexionemos sobre dos ideas: La primera idea que sacamos de aquel cuento, es que nuestros niños y niñas nacen con una idea de que el mundo es perfecto o imperfecto, dependiendo el lugar donde nacen. Segundo, existen unas normas sociales que exponen la forma como deberíamos comportarnos, luego se recrea un escalafón de lo que podría ser un individuo factiblemente moldeable, según la expectativa, inundándose de características y elogios o percepciones dañinas (podría ser feo, bonito, bajito, gordito, entre otras palabras que en ocasiones utilizamos peyorativamente a causa de sentirnos superiores al otro, sin importar la forma de ser, siempre suelen hacer del otro la forma más moldeable a su pensamiento).
Saquemos por consiguiente conclusiones: La inicial es que todos nacemos sin un aporte cultural. También, que nos comportamos como los demás nos enseñan, y por último, crecemos y nos damos cuenta que somos totalmente independientes y podemos cambiar una realidad negativa.
Les puedo asegurar que todos nuestros infantes nacen indefensos, esperando ser amados, pero se encuentran con un medio totalmente despreciable, que acusan y enseñan aspectos que no deberían hacerlo y que se comparten ideas irracionales, las cuales deberían desaparecer por completo.