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Las clarisas dejándolo todo, siguen a Quien es todo

Las clarisas dejándolo todo, siguen a Quien es todo

Foto: Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcucta

En el corazón del barrio Circunvalación, en la comuna 10 de la ciudad de San José de Cúcuta, se encuentra el monasterio Ave María de la Orden de Santa Clara, un lugar de oración y contemplación que durante 68 años ha mantenido encendida la llama del Sagrario. Esta comunidad, fundada en 1957 por diez hermanas provenientes del Monasterio de Pamplona, hoy alberga a 13 religiosas dedicadas a la vida consagrada.

Una herencia

La Orden de Santa Clara fue fundada en 1212 en Asís (Italia) por santa Clara, discípula de san Francisco, con un carisma centrado en la oración y la vida contemplativa. Esta herencia espiritual llegó a Cúcuta como respuesta a la necesidad de extender la comunidad y establecer un nuevo claustro que, a pesar de desafíos como el anunciado cierre en 2018, se ha mantenido fiel a su misión gracias al apoyo de la Diócesis y al celo de sus religiosas.

Con sentimientos encontrados, entre nostalgia y alegría, la hermana Nancy Esmeralda de la Santísima Trinidad cuenta cómo en aquella ocasión la Diócesis apeló ante la Santa Sede la decisión de cerrar el Monasterio; gracias a la intervención de Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, en su momento, Obispo de esta Iglesia Particular, fueron enviadas la Madre Abadesa y la Vicaria, evitando cerrar sus puertas.

La hermana Nancy recuerda este momento como una “noche de fe” superada por la gracia de Dios: “Cerrar un monasterio de vida contemplativa es apagar una lámpara. Nuestra vida es ser lámparas a los pies de Jesús”. Desde 2020, nuevas vocaciones han renovado esta comunidad, marcando un hito tras casi 30 años sin ingresos vocacionales.

Sostenimiento

El monasterio se sostiene gracias a la Providencia Divina y a los corazones generosos que apoyan con donaciones económicas, intenciones de oración y la compra de artículos religiosos. Con estos aportes, han logrado remodelar el comedor, la cocina, los dormitorios, la enfermería y el noviciado, además de construir una réplica de la Casa de Nazaret.

De igual manera, dentro del monasterio hay cenizarios, donde las familias pueden dejar en custodia los restos mortales de sus seres queridos, y a su vez, contribuir con esta obra.

Actualmente, las religiosas trabajan en la remodelación del área de talleres y la ampliación de la capilla, que se ha quedado pequeña para las celebraciones litúrgicas. Teniendo como proveedor a Dios por medio de san José, la hermana Esmeralda cuenta que la remodelación del monasterio avanza en un 70%, por lo que las personas interesadas en contribuir pueden hacerlo mediante la cuenta de ahorros Bancolombia n.º 5900000490, donaciones en el locutorio o el buzón ubicado en el monasterio (avenida 13 # 17-30 Circunvalación).

Dada la misión de la comunidad, solo existe una línea telefónica dispuesta para atender a los fieles bautizados: 301 372 1656, disponible de 9:30 a.m. a 10:50 a.m. y de 3:15 p.m. a 4:30 p.m. Solo fueron fijados estos horarios, teniendo en cuenta las extensos momentos de oración y contemplación.

Un llamado a la vida consagrada

La vida contemplativa consiste en buscar todos los días el rostro de Dios por medio de la oración y la adoración. Su espiritualidad, humildad, la vida fraterna y compromiso con la humanidad son los principales pilares de estas religiosas que abren sus puertas a jóvenes con inquietudes vocacionales, invitándolas a vivir una experiencia de discernimiento.

La experiencia consiste en vivir un día con ellas para que, al compartir 24 horas con la comunidad, adquiera conocimiento de sí misma, conocimiento de Dios y conocimiento de su propia vocación. Esta jornada permite a las aspirantes conocer la espiritualidad franciscana y contemplativa, basada en la oración, la humildad y el servicio fraterno.

Las interesadas, entre 17 y 35 años, pueden acercarse al monasterio (con el consentimiento de sus familias, si son menores de edad), allí serán acompañadas en su discernimiento vocacional. Si se es mayor, también puede acercarse al monasterio y allí se le indicará los pasos a seguir, de acuerdo a su realidad.

Una vez superada esta primera etapa, la experiencia en fraternidad se puede prolongar entre cinco y ocho días, para afianzar su llamado y su vocación, de tal manera, que en su ancianidad puedan decir con entusiasmo, las mismas palabras de la hermana Ángela de san Francisco: “52 años de vida consagrada y parece que hubiese ingresado ayer”.