Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid
Esta palabra de San Pablo, en la segunda Carta a los Corintios (2 Cor 5, 14) nos animan a dar razón de los gestos de caridad y de amor que nuestra Iglesia de Cúcuta quiere vivir de frente a los hermanos de la República Bolivariana de Venezuela que, en este momento de la historia, sufren y están necesitados de alimento y de medicinas. No podemos quedar impávidos de frente a su gran sufrimiento y necesidad, recordando que también muchos miembros de nuestra Patria, en momentos muy difíciles, fueron allí acogidos y ayudados.
El Señor Jesús antes de padecer y en medio de la última Cena, en la cual nos regaló el don más precioso que tiene la Iglesia, su Cuerpo y su Sangre, nos enseñó: “Un mandamiento nuevo os doy que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois mis discípulos” (Juan 13, 34). Este es el precepto de la caridad y del servicio, del amor y de la entrega a favor de los hermanos. Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico nos enseña en la Suma Teológica que es la más noble de las virtudes que un cristiano puede vivir y experimentar (Suma Teológica II-IIae, q. 23, a. 6).
La caridad hace parte de la esencia misma de la fe cristiana y de la forma concreta con la cual los que creen en Cristo se comportan. Tenemos necesariamente que compartir lo que tenemos entre nosotros, material y espiritualmente. Así lo podemos leer en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 4, 32 ss). La caridad y sus formas concretas de expresión en las obras de misericordia, tienen que ser la expresión viva de la fe en Cristo Jesús, ella nos regala la frescura del Evangelio y su alegría, con las palabras del Papa Francisco (RANCISCO, La alegría del Evangelio, n. 1, 11).
Cuando entramos a estudiar y comprender el misterio de la fe, encontramos que la caridad hace parte del contenido fundamental de la fe cristiana, el culto a Dios, y el reconocimiento de Cristo no es un culto alejado de la realidad y del contacto con los que sufren y están necesitados. La Caridad nos hace testigos creíbles del Evangelio en el mundo de hoy, nos enseñaba el Papa Emérito Benedicto XVI (Encíclica Caritas Deus est, n. 31).
La caridad también nos regala esperanza y nos da la certeza de encontrar en los hermanos que sufren a Cristo el Señor que está presente entre nosotros los que tenemos la misma fe y la misma esperanza que surge de la fe en Nuestro Señor Jesucristo.
La fe en Cristo Jesús se vive en medio del mundo, en confrontación y en relación con situaciones complejas y difíciles, muchas veces lejanas de la misma riqueza de la fe y de cuanto creemos en lo profundo de nuestro corazón. De frente a muchas de estas situaciones difíciles, las pruebas de la vida, nos queda la esperanza y la gracia que de Dios proviene. La fe no es solamente una actitud intelectual, de principios o verdades de fe, necesariamente nos lleva a la acción y a la realización de acciones y hechos de vida que nos muestren el camino para ponernos al servicio de los demás.
La situación que vive la hermana República de Venezuela no nos puede dejar impávidos, inmóviles, nos tiene que llevar a la caridad y al servicio a la atención de los que sufren y de los que están necesitados de nuestra ayuda. Las terribles situaciones que venimos experimentando y viviendo en nuestra Ciudad de San José de Cúcuta, en la frontera, nos tienen que llevar a experimentar en nosotros el don invaluable de la caridad y del servicio, ponernos al servicio de los hermanos que sufren.
Solamente un pequeño gesto de caridad ha sido difundido ampliamente, un poco de agua, un plato de alimento caliente, una palabra de consuelo o de guía son la expresión de nuestro cariño, afecto y atención hacia los hermanos en la misma fe, que sufren ampliamente en este momento. Muchos sufren, tienen limitaciones en los recursos de acceso a la salud, falta de alimentos, necesitamos ayudarlos y manifestarles nuestro afecto y caridad.
La vida Cristiana no puede separarse de las acciones concretas, que son signo de la misericordia, la cual esconde la caridad y la opción por los demás. Los actos de caridad, las acciones a favor de los que necesitan de nosotros, espiritualmente o materialmente, nos tienen que llevar a la práctica de otras virtudes, a expresar en nuestras acciones y en nuestra vida la caridad de Cristo, el amor de Cristo que amándonos, nos salvó y nos liberó del mal y del pecado. Gracias a todos los sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, fieles de las parroquias o miembros de los Movimientos Apostólicos de nuestra Diócesis. El Señor bendiga abundantemente su servicio y generosidad.
La caridad es signo de la actitud con la cual aceptamos la bondad de Dios y su salvación. La caridad, en la enseñanza de la teología católica es fruto del Espíritu Santo. Es la fuerza del Espíritu Santo, creador y paráclito, el que nos lleva a vivir estas acciones a favor de los demás, así lo enseña Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica (Suma Teologica, II-IIae, cuestión 26, números 4 al 7).
El Señor nos está regalando en la caridad, en el ejercicio de este don precioso de la ayuda y el servicio a los necesitados, un don precioso para hacernos testigos de su persona en el mundo de hoy.
¡Alabado sea Jesucristo!