En estos días el tema de la PAZ surge como algo natural en la reflexión y en la vida de todos los colombianos. Resurgen situaciones y hechos que nos hacen entrar nuevamente en este argumento de fundamental importancia para la nación. La PAZ es un bien que nos urge a todos los colombianos, creando espacios y situaciones concretas para la construcción de una vida digna y de condiciones óptimas para todos. La situación de nuestra región geográfica es compleja, experimentamos un deterioro progresivo en temas de violencia y atentados contra la vida humana, por ello pongo a ustedes, queridos lectores de LA VERDAD este tema.
En muchos momentos y desde perspectivas diversas, hemos reflexionado sobre esta condición de vida, y especialmente sobre lo que fundamentalmente es la PAZ, que anhelamos todos, en las distintas circunstancias y medios de nuestra comunidad humana. Colombia ha hecho una gran apuesta por la paz, con sinceridad y esta es la esperanza de todos: vivir en PAZ.
Con ocasión del bicentenario que celebramos de nuestra independencia, podemos repasar los tristes momentos que han manchado de sangre nuestra Patria. Colombia vive, desde hace más de un siglo, momentos muy difíciles, que iniciaron precisamente con persecuciones religiosas, con la guerra de los mil días (con pocos decenios de una relativa tranquilidad), momentos de dolor y de tristeza, de violencia y de sangre que han marcado totalmente nuestras relaciones sociales y la vida de todos. La sangre manchó la Patria en muchos momentos del siglo pasado y, también ahora, vemos brotes de violencia y de muerte entre nosotros. Seguimos viviendo el derramamiento de sangre, con la pérdida de muchas vidas humanas: líderes sociales, miembros de las fuerzas armadas, policías, gente sencilla.
La PAZ está en el centro de la reflexión y del discurso de todas las clases sociales y, también, de los grupos políticos. Durante la Visita Apostólica del Papa FRANCISCO, nos invitó a dar el primer paso para ir hacia la PAZ.
Muchas de las reflexiones que se hacen en los últimos días, están marcadas por opciones políticas y por las elecciones que se avecinan y, que también usan este argumento como búsqueda de los votos de los ciudadanos. Es sensible y notorio el fenómeno de la división en torno a este argumento de fundamental importancia para el futuro.
Quisiera en este momento de reflexión y de análisis, invitarlos a considerar lo importante que es para todos nosotros, mirando al presente y al futuro, poder establecer un ambiente de PAZ, de serenidad en nuestra Patria. La condición de serenidad, paz, están en el origen del progreso y del avance de nuestra comunidad. No es fácil alcanzarla, la PAZ se construye con justicia social, con oportunidades para todos, con el respeto a la vida humana y, asumiendo con respeto y decisión cuanto ha ocurrido en el pasado (en la necesaria búsqueda de la verdad y la reparación del mal y la violencia que se han sufrido por inocentes).
Los hermanos mayores en la fe, los hebreos, usaban el término SHALOM, paz, para determinar el estado en el cual todos cumplen con la Ley Santa de Dios y establecen unas condiciones precisas de vida. El pueblo de Israel, esperaba la llegada de un “Príncipe de la Paz” (Isaías 9, 6) que establecería un reino de justicia, de progreso, en el respeto y la vivencia de los preceptos de Dios. Esta palabra, formada con la raíz SLM (ShaLoM), significaba en sus origines, completar, terminar de hacer, siempre referido al plan y la voluntad de Dios. La intención de este saludo es desear el bienestar, el bien, el tiempo que viene de Dios, realidad en la cual se ha completado el designio de Dios.
El pueblo romano, como imperio potente y lleno de fuerza económica, que por la fuerza imponía sus leyes y condiciones, supo también imponer la PAZ, la serenidad y la condición de la vida en que por la fuerza social y cultural o por la imposición militar, hicieran vivir esta condición de vida.
Todo discurso en el cual se hable de PAZ, desde la fe, tiene que estar profundamente anclado en el designio amoroso de Dios, en el respeto de sus leyes y en la aplicación de esas perspectivas de vida y de realización del hombre al cual está llamado desde siempre la persona humana.
La PAZ es reconciliación y fortalecimiento de las relaciones personales, entre los hombres y mujeres de nuestro tiempo, entre nosotros, que como comunidad caminamos y fortalecemos nuestras condiciones personales de vida y de intercambio. Para Colombia es urgente la reconciliación, un encuentro sereno, desde la comprensión y el perdón (tiene que pasar necesariamente por el aflorar de la verdad, y la reparación). La PAZ es verdad y justicia, sinceridad y compromiso garantía de no repetición.
La afirmación de la PAZ es ausencia de violencia y del reconocimiento de los derechos de todos, la disponibilidad a dar a cada uno de los miembros de una comunidad según sus derechos en el respeto del trabajo y de las iniciativas personales de cada uno. Es urgente fortalecer los espacios para la PAZ, para el diálogo, para el crecimiento de una perspectiva de participación de todos los colombianos. Es fundamental en este contexto, la participación de todos, el que la voz de los pobres, enfermos, desamparados, campesinos sea escuchada y tenga efectivamente el respaldo de algunos que les representen y den a ellos cuanto corresponde. La PAZ es pues el espacio para el ejercicio preciso y concreto de la justicia, dando a cada uno lo suyo, aquello que merece, restituyendo derechos y deberes.
La enseñanza del Apóstol san Pablo en la carta a los Efesios: “Cristo es nuestra Paz” (Efesios 2,14) nos tienen que hacer reflexionar y pensar que la PAZ, es una condición de vida que se alcanza con el cumplimiento y el respeto de la voluntad de Dios, con el ejercicio amable de vivir cumpliendo los preceptos y los mandatos del Señor.
Todos, cada uno de nosotros, debemos ser artífices de PAZ, en nuestras familias, en los lugares de trabajo y de formación humana, en los distintos espacios sociales en los cuales nos encontramos. Pedir la PAZ es actuar el plan de Dios, establecer su tiempo y el reino de su santa voluntad entre nosotros. Pidamos a Dios el don de la PAZ, de convertirnos todos en artesanos y constructores de PAZ.
¡Alabado sea Jesucristo!