Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid
Los ciudadanos colombianos estamos unidos en torno a un ideal de Patria, que nos congrega y procura encontrar para todos el bien común. La democracia, en la enseñanza de la Doctrina social de la Iglesia, manifestada en la enseñanza de los Sumos Pontífices, busca que con la aprobación y el consentimiento de todos los ciudadanos se encuentre la mayor eficacia de las acciones del Estado y se propicie el avance de todos los asociados. Existe la representación de los ciudadanos que por elección designan quien les represente y dirija sus caminos.
A la hora de las elecciones debemos tener en cuenta que todas las acciones del gobierno, que elegimos, deben llevar al bien de los ciudadanos, este bien y las condiciones de bienestar deben llegar al mayor número de personas posibles (Pio XII, Radio mensaje del 24 diciembre 1944). Los sistemas de gobierno, en la Doctrina social de la Iglesia, tienen que defender las libertades fundamentales del hombre, defender también la dignidad humana y sus elementos fundantes (derecho, cuidado y respeto a la vida, defensa de la familia, espacio para la educación en valores, respeto de la libertad de conciencia), un sistema social en el cual se tenga en cuenta a los pobres, a los necesitados, a aquellos que tienen menos oportunidades, esta es una verdadera democracia.
Esta hora para Colombia es de fundamental importancia, debemos tomar conciencia claramente que de nuestras decisiones –en la elección del Presidente de la República- depende el futuro y, está en juego el destino de todos los hijos de esta Patria.
La Iglesia, desde el Papa LEON XIII, hasta nuestros días con Papa FRANCISCO, ha defendido una “verdadera y sana democracia”, que tenga la clara equivalencia entre el bienestar personal y el beneficio de todos los miembros de la sociedad, invitando a no caer en disputas sutiles e innecesarias (Leon XIII, Encíclica Graves de Communi, 14). Un espacio de participación y de solidaridad que permita la expresión de los valores de la persona humana y de sus capacidades, llevando a todos a la participación en el bien común (San Juan Pablo II (Karol Wojtyla), Persona y acción, capitulo VII). El Papa FRANCISCO nos ha recordado que la “la política es una de las formas más altas de la caridad”.
Es pues necesario que todos participen, que los ciudadanos, simples y calificados intelectualmente, con recursos económicos o privados de ellos, de todas las condiciones, hombres y mujeres, presenten y depositen su decisión en una participación sana y equilibrada que haga primar la decisión responsable de todos. Los creyentes en Dios, tenemos también la obligación de expresar con libertad, con claridad y en conciencia nuestra opción por quien tiene que regir nuestros destinos en el próximo futuro. Esta es la primera urgencia, que TODOS participemos.
Es fundamental la participación, la presencia de todos, que permita a la gran mayoría de los colombianos presentar su decisión y de que sea respetada. Una participación que tiene que ser LIBRE, fundada sobre la conciencia que elige y pondera las decisiones que se manifiestan en el voto. Voto libre y a conciencia, este es el horizonte. Un voto responsable, con análisis puntual de las propuestas y de las opciones. Esta es la segunda urgencia, que la participación sea LIBRE, que cada uno escoja sin presiones, sin compras de votos, sin intercambio de favores económicos o de beneficios personales
Quien asuma estas altas responsabilidades tiene también que asumir una autoridad verdadera, superior, que sea eficaz en el desarrollo y avance de todos los asociados para que se establezca la justicia social, se creen oportunidades para todos, se transmitan altos valores humanos y espirituales a los hijos de la patria. La elección que se hace de la más alta carga del estado tiene que llevar a que, quien sea elegido, asuma altos valores y trabaje a favor de todos, no solo colocándose al servicio de unos pocos.
Dos temas son muy importantes en la Doctrina Social de la Iglesia, la “acción social” y la “justicia social” que deben distinguir a los gobernantes. Nuestra Patria necesita un gran empeño social, una acción que lleve a la protección de los más débiles, de los excluidos, de los que no tienen oportunidades, también en la protección de los no nacidos, de los ancianos y de los débiles. La Justicia social, establece que cada uno, cada miembro de la sociedad tiene que recibir aquello que le corresponde (Unicuique suum, “a cada uno lo suyo”). Es la distribución de oportunidades y responsabilidades en el contexto del trabajo y de los bienes a los cuales todos tienen derecho, respetando la propiedad y entregando oportunidades a todos.
La elección que cada uno realiza, tiene que analizar con mucha responsabilidad las propuestas y las alternativas, ponderando sus consecuencias y sus fines últimos. No es una elección fácil, tiene que hacerse con mucha responsabilidad. Temas como el respeto a la vida de la persona humana, el respeto al matrimonio de hombre y mujer, el derecho a la educación, el respeto al espacio para la profesión de la fe que defiende y presenta valores humanos y espirituales no son de segundo orden.
De parte de los candidatos, debería tenerse también una gran responsabilidad, lo han hecho concretamente en un pacto de no agresión y de respeto entre ellos. Deberían también presentar claramente sus propuestas, con serenidad y ponderación, con fidelidad a aquello que pretenden hacer y cumplir. Son muy complejas las situaciones sociales, políticas, económicas que vive nuestra patria. La gran violencia que viven las grandes ciudades, el problema de exclusión de muchos campesinos y de la pobrecía del país, la violencia que regresa al campo, el narcotráfico que reina y simbólicamente por toneladas nos permea en todos los niveles de la sociedad, la corrupción de algunos sectores de la sociedad nos afectan.
Estas reflexiones quieren suscitar la RESPONSABILIDAD de cada uno de ustedes, para que se pongan de frente al gran deber ciudadano de votar, de participar, para que con principios evangélicos juzguen las propuestas de los candidatos. El porvenir depende de nuestras decisiones. Que nuestra opción este fundada en la búsqueda de los altos valores de la persona humana, de su dignidad y de su fin último que es Dios.
Es necesaria la participación de todos, con gran responsabilidad. Pidamos a Dios, que con su Espíritu Santo nos ilumine y nos ayude en este discernimiento que tiene que tocar lo profundo de las expectativas de todos. Pidamos a Jesucristo que es el camino, la verdad y la vida, que guie nuestro camino, que su Divino Corazón nos acompañe y nos proteja.
¡Alabado sea Jesucristo!