Por: Mons. Vïctor Manuel Ochoa Cadavid
Comienzan en estos días nuestros jóvenes sus tareas educativas, en los distintos frentes y situaciones sociales. Los padres alegremente los acompañan a buscar sus cuadernos, los lápices y los elementos necesarios para iniciar sus procesos educativos.
En estas páginas de LA VERDAD, trato siempre de entrar en el análisis de temas y argumentos que nos tocan nuestra comunidad por su actualidad. Hemos tratado algunas veces el tema de la educación y, con sinceridad, creo que debemos entrar profundamente en él.
La educación es formación y preparación para la vida. Con ella se prepara a niños y jóvenes para enfrentar el futuro y esto siembra esperanza. La educación es un gran reto para los que son fieles creyentes. Concretamente se trata de hacer dialogar la fe con las circunstancias actuales y hechos que nos tocan en la realidad nacional, suscitando una cuidadosa y atenta reflexión sobre argumentos que deben ser tocados en ese espacio de la formación.
La fe no puede estar separada de las realidades a las cuales estamos vinculados en nuestras distintas facetas de la acción humana. Cada vez más necesitamos, por los grandes cambios sociales y tecnológicos, dar una respuesta veraz y sólida a nuestros jóvenes. La educación para los creyentes tiene también, como contenido esencial, la formación en los valores espirituales y morales, la aceptación del Evangelio.
Ciertamente en los últimos años nuestro País –Colombia- ha ido cambiando mucho en su situación social y económica –no siempre con una distribución justa y equitativa de los recursos económicos- pero si permitiendo que las cifras económicas sean esperanzadoras y que, en signos concretos, muestren el interés de los gobernantes por situaciones y realidades que marcan el camino de nuestras comunidades y, en forma precisa de todos los hombres y mujeres que constituyen nuestro entorno humano. También, tenemos que reconocerlo, la educación ha aumentado en su cobertura y calidad, al menos a nivel científico. Hay también nuevas realidades en la educación que son una pérdida de valores y de calidad de formación.
Se van dando muchas acciones del Estado en distintos frentes para favorecer la educación, con recursos económicos, con inversión en las estructuras educativas, con programas de acceso de los más capaces (incluso en estratos bajos) a la educación de calidad.
Quisiera que con ustedes, queridos lectores, entráramos en el tema fundamental que es la Educación, la forma con la cual transmitimos en los procesos formativos de nuestros niños, jóvenes, adultos los deberes y los derechos, los conocimientos y las capacidades que en un futuro cercano van a fortalecer lo mejor de nuestra comunidad.
La Iglesia en su profunda reflexión sobre este tema, que viene concretamente desde hace casi un siglo (Se publicó por el Papa Pio XI una Encíclica “Divini Illus Magistri” –De Aquel Divino Maestro, 31 diciembre 1939, sobre la educación de la juventud, hasta las profundas enseñanzas de San Juan Pablo II y del Papa Benedicto XVI y ahora por el Papa Francisco), establece un principio en el cual la educación tiene que ser concebida como un proceso que haga al hombre cada vez más humano. La Educación es presentada como un derecho y como un deber inherente al hombre mismo (Divini Illis Magistri, 5). El Papa nos presenta ahora la educación como la ALEGRIA DE LA VERDAD.
Muchos de los acentos educativos se están poniendo en las capacidades tecnológicas y en la afirmación de situaciones y doctrinas que son relativas. El modelo de la educación católica, hecha con responsabilidad de fe, tiene que llevar a que la Educación sea integral, que toque a todos y cada uno de los miembros de la sociedad, sin distinción de raza, condición social, disponibilidades económicas y prejuicios sociales.
Siempre el principio orientador de la educación está basado, como lo está toda la doctrina social de la Iglesia, en la consolidación y condición de la dignidad de la persona humana. El derecho a la educación es un derecho “inalienable”, que no puede ser conculcado ni negado a cualquier hombre. El punto central de esta situación es llevar a que la educación fortalezca de un lado la capacidad de “conocer”, pero de otra parte también la capacidad de transmitir valores y profundas capacidades de búsqueda de los valores superiores y espirituales del hombre. Educación con valores, educación en los valores, educación para asumir estas dimensiones trascendentes de la persona humana: El bien, la verdad, la belleza (Los trascendentales que explicó bellamente Santo Tomàs de Aquino).
La Iglesia ha defendido siempre el derecho de todos a acceder a una educación, fundamentada en valores y en principios religiosos que comprendan al hombre en todas sus dimensiones de realización de la vida humana. Siempre los padres, deben estar en la condición de escoger libremente los modelos de enseñanza y el contenido de principios de realización de un modelo de vida humana, siempre valores superiores y con profundos elementos de vida espiritual.
Dentro de las tareas del Estado y que son afirmadas en estos tiempos modernos, en el “bien hacer” y actuar de los gobernantes está el fortalecer la educación y sus valores, sus principios, propiciando que todos reciban lo mejor. La Iglesia con sus instituciones realiza en nuestra Patria una labor admirable, con miles de cupos escolares que ofrecen una precisa oferta de educación y de formación de los ciudadanos.
El desarrollo técnico y el avance económico de nuestra nación va exigiendo contenidos y modelos de educación cada vez más difusos y extendidos. Podemos tener la tentación de buscar solo calidad académica – siempre necesaria y fundamental en la educación – pero también tenemos que fortalecer valores y contenidos espirituales. Tendríamos que fortalecer la válida colaboración entre el Estado y realidades sociales como son la Iglesia y sus instituciones para la formación de las personas.
Para quienes tenemos fe y creemos en Cristo, Él es el verdadero “Maestro”, modelo de vida y de desarrollo para el hombre. Todo modelo educativo tiene que poner muy claro el fín último del hombre (que no es solo la producción o el fortalecimiento de las realidades sociales y económicas). Es necesario dar a los niños y jóvenes razones para esperar. La fe, la solidaridad, la caridad, las visiones integrales de la colaboración entre los individuos, los altos valores sociales y civiles, la familia, el valor de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural, la justicia, son elementos que tienen que estar. Nos decía el Papa Pablo VI en su Magisterio: “Se trata de construir un mundo donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana” (El progreso de los pueblos, n. 47).
¿Cómo puede contribuir cada uno de nosotros, gobernantes, educadores, miembros de la comunidad económica, la Iglesia, en la formación del futuro de Colombia? Es urgente fortalecer la educación, la preparación del futuro. La educación y su fortalecimiento es fundamental para la implantación y vivencia de la Paz. Somos capaces de construir la paz con una educación verdadera. Reflexionemos.
¡Alabado sea Jesucristo!